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Mujeres constituyentes en América Latina: experiencias y aprendizajes compartidos

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Bolivia, Ecuador y México, entre otros países de América Latina, han vivido procesos constituyentes. En todos ellos, con imaginación, las mujeres han hecho historia tras superar una serie de obstáculos . Negociaciones, procesos de empoderamiento, articulaciones con la sociedad civil y trabajo incansable han sido parte de las estrategias y fórmulas para que la fuerza de los movimientos de mujeres corran la valla de los derechos en las constituciones de nuestro continente.

Mayo 21, 2021. Por Im.pulsa

Experiencia constituyente feminista en Bolivia: María del Rosario Ricaldi 

“Sabemos que los gobiernos tienen una mentalidad patriarcal, por mucho que la Constitución tenga una Carta de Derechos para la igualdad. Esto solo va a cambiar cuando nosotras tengamos la capacidad de llegar con la propuesta en lugar de la protesta”, reflexiona María del Rosario Ricaldi A más de una década de haber participado como una de las 88 mujeres y cinco feministas constituyentes del proceso boliviano, que se desarrolló entre 2006 y 2007.

El 34,51% de las asambleístas de Bolivia fueron mujeres, es decir, 88 mujeres sobre 255 asambleístas (Oviedo, María Edit y Wexler, Berta: “Las mujeres en el proceso constituyente de Bolivia)

En esta entrevista, María del Rosario Ricaldi aborda distintos aspectos del proceso, que hemos organizado bajo subtítulos para que puedas revisar la temática que te interesa:

  1. El camino personal y colectivo a la constituyente.
  2. La agenda feminista en la constitución.
  3. Desencuentros y estrategias para encontrarse entre mujeres.
  4. Estrategias para instalar la agenda feminista y la articulación con la sociedad civil.
  5. Desafíos de una constituyente feminista en una sociedad patriarcal.
  6. Consejos para las constituyentes chilenas.

El camino personal y colectivo hacia la constituyente

¿Cuál fue tu trayectoria para llegar a ser parte de la Asamblea Constituyente de tu país como candidata del MAS?

“Mi trayectoria comienza con experiencias de trabajo muy valiosas en cercanía con la realidad indígena, como bibliotecaria de una ONG y como trabajadora de Radio Tarija, donde me relacioné con mujeres campesinas y formé a reporteras populares. Más tarde, fui parte de ECAM ONG (Equipo de Comunicación Alternativa con Mujeres), organización que nace con un proceso de comunicación para empoderamiento y fortalecimiento de la ciudadanía con mujeres. En este proyecto logramos formar a más de 500 reporteros y reporteras, haciendo comunicación para llevar a las autoridades a los barrios, para que sientan la necesidad y se comprometan in situ con su gestión en la comunidad. Todo este trabajo que se hizo en ECAM, conmigo como directora y técnica, nos llevó a la política. Terminamos posicionándonos en ella sin ninguna ambición de ser parte de algún espacio de decisión”.

En 2004, cuando comenzó a madurar la causa de la Asamblea Constituyente en Bolivia,  la Red de Coordinadora de la Mujer (de la que es parte ECAM) comenzó a gestar un proceso de preparación para el momento constituyente. “Desde ahí fuimos avanzando en este proceso de elaborar las propuestas. Fue un proceso hermoso, porque ha movilizado a las mujeres de todo el país, han participado 12 organizaciones nacionales de mujeres y también otras organizaciones de mujeres, que no están representadas dentro de ellas. Es una representatividad muy interesante la que se ha dado”, recuerda María del Rosario Ricaldi. 

Gracias a este trabajo de participación ciudadana y control social, María del Rosario se comenzó a posicionar como constituyente: “Un día recibí una llamada y me dicen: ‘hemos hecho una encuesta en Tarija sobre qué líderes mujeres podrían ser las candidatas’; esta encuesta daba como resultado tres nombres y entre ellos estaba el mio. La verdad es que ha sido la sorpresa más importante de mi vida, porque no imaginaba que podríamos llegar a ese espacio”. Entonces, el MAS -partido en el que ella no militaba- la invitó a participar en su lista de candidatos.

¿Cómo fue el proceso de preparación a la Asamblea Constituyente que se vivió en las bases, con la Red de la Coordinadora para la Mujer?

“Fue un proceso en el que participaron organizaciones de todo el país, en el que se realizaron eventos que han movilizado a más de 20 mil mujeres y a 1000 organizaciones sociales de mujeres. Desde el año 2004 se articularon cuatro redes y plataformas nacionales: una es la Coordinadora de la Mujer; otra es la AMUPEI, que era una articulación de mujeres por la equidad e igualdad (que, así como la Coordinadora, también articuló en cada departamento y tenían una plataforma nacional que las representaba); el Foro Político Nacional de Mujeres, que está conformado por mujeres de partidos políticos que tienen representación en el Congreso Nacional en este momento; y por último, la Plataforma de la Mujer, que también es otra plataforma de organizaciones que tiene representatividad nacional”. 

María del Rosario relata que estas cuatro organizaciones se articularon y comenzaron un proceso de construcción de propuestas a través de 10 equipos técnicos que se movieron por 150 municipios de Bolivia (la mitad del país), realizando 400 talleres que concluían en encuentros departamentales con mujeres indígenas, campesinas y citadinas. “Las propuestas estaban trabajadas en base a documentos que se habían elaborado previamente, donde se problematizaban temas estratégicos para la agenda de las mujeres. Las mujeres empezaban a encontrarse ahí, observando si estaban o no reflejadas en esas brechas de género”, explica. 

¿Cómo fue su participación como constituyente en términos personales? 

“En lo personal, cuando me han hecho la invitación, primero consulté a las organizaciones de mujeres con las que estábamos trabajando. Entonces hicimos esa negociación: había cuatro mujeres más que tenían que ingresar a las listas. En la elección, ganamos, fue la única vez que el MAS ganó en Tarija y así logramos entrar”. 

“Desde mis 15 años, la lucha por la igualdad, por que los pobres dejen de ser pobres, era mi lucha, mi opción de vida. Cuando tuve la reflexión feminista, se suma a esto mi lucha por las exclusiones contra mujeres, contra campesinos e indígenas. Y, casualmente, en la vida se me da la oportunidad de trabajar con esta población, que ha ido alimentando mi experiencia para llegar a la Constituyente con otras miradas”. 

“Fue una oportunidad valiosa para mí, realmente, porque habíamos luchado tiempo atrás por la ley contra la violencia y cuando se dio el proceso constituyente yo decía: ‘si tanto nos ha costado una ley, esta es nuestra oportunidad histórica, porque aquí vamos a escribir en la constitución los derechos, es nuestra oportunidad histórica de marcar el quiebre para la igualdad’. Tenía clarísimo que ese era el momento histórico para nosotras. Con esa convicción es que aceptamos y con esa convicción es que asumimos el mandato… y estuvimos entre las cinco mujeres del movimiento de mujeres y las 88 mujeres de la AC”.

La agenda feminista en la constitución: ”La que quedaba sin tierra era la mujer”

¿Cuáles eran los déficits de igualdad entre hombres y mujeres que las movilizaron? 

“Lo primero era plasmar en la Constitución un pacto que genere condiciones de igualdad, ya no solo para mujeres, sino también para los indígenas, para los campesinos, para los sectores empobrecidos. Porque cuando trabajamos las propuestas hicimos la lectura desde los sistemas de opresión. Decíamos: ‘necesitamos transformar este sistema patriarcal, este sistema colonial, capitalista, confesional, centralista’, entonces, necesitamos transformar este Estado que, con todos estos sistemas, lo que había hecho era agrandar las desigualdades y someter a las mayorías a pobreza, exclusión y a no decidir en el poder. Teníamos clarísimo lo que queríamos: cambiar el estado colonial, capitalista, centralista, patriarcal, confesional y hacer un estado incluyente: a eso lo hemos llamado el Estado Plurinacional”. 

“Las brechas que identificábamos desde las mujeres, puntualmente, son: redistribución, no discriminación, paridad y alternancia en la representación. Estaban también en la discusión: el Estado Laico; reconocer los tratados, los pactos y las convenciones internacionales como norma nuestra; el derecho a la vida libre de violencia; los derechos sexuales y reproductivos; el derecho a la maternidad segura y el tema de la prueba de paternidad, para que no nos quedemos las mujeres con la responsabilidad del embarazo no planificado y ellos se liberen de la responsabilidad; la tenencia y titularidad de la tierra, porque generalmente la titularidad de la tierra estaba en el varón, si se divorciaba o se separaba quien quedaba sin tierra era la mujer; y, finalmente, la igualdad de derechos y obligaciones de los cónyuges en la familia, evidenciando la triple jornada que las mujeres viven y el trabajo del cuidado que recae sobre nosotras”. 

“En materia laboral planteamos el trabajo digno, sin discriminación y con igual salario por igual trabajo (en esos momentos se denunciaba que el salario era la mitad del salario que recibía el varón); la seguridad social durante y después del parto; la prevención, erradicación y sanción de la violencia de género; el reconocimiento del valor y del aporte económico de las mujeres en el hogar en las cuentas nacionales, porque es tan invisibilizado que cuando se da la redistribución de los recursos del Estado, el 0.0 es para nosotras, sin embargo lo que aportamos es tanto.  Luego también planteamos el uso de lenguaje no sexista y la educación con equidad de género, sin diferencia de roles y sin violencia: esa propuesta ha sido incorporada en la Constituyente”.

¿Cuál fue el aporte de las propuestas y de la Carta de Derechos del Movimiento de las Mujeres en el desarrollo de la Asamblea Constituyente ?

“El aporte fue fundamental, porque ahí estaba la prioridad de la agenda de las mujeres. Del proceso previo de construcción de propuestas teníamos un documento, que era el mandato que nos dieron las organizaciones sociales de las mujeres. Pero en el proceso constituyente, que implicó varios espacios participativos, empezamos a abrirnos más a los derechos de la madre tierra, a las consecuencias del cambio climático para las mujeres, al derecho al agua y el agua como derecho y también a otros temas, como el de la vivienda. Estos empezaron a surgir en el proceso constituyente (en el trabajo de las comisiones y en los encuentros nacionales y departamentales que se hicieron entre constituyentes) y enriquecieron la agenda a la hora de elaborar la Constitución”.

“De la protesta al mandato, una Propuesta en Construcción” es el documento que reúne las deliberaciones, discusiones y reflexiones de las mujeres bolivianas para el proceso constituyente, a partir del trabajo del proyecto “Mujeres y Asamblea Constituyente”, del que María del Rosario Ricaldi fue parte. Fue publicado el año 2006.

¿Cómo fue el modelo de trabajo de la agenda de mujeres en la Asamblea Constituyente?

“Nosotras hemos tenido una estrategia que ha sido muy valiosa para garantizar los resultados de este proceso. En cuanto al trabajo interno, la Coordinadora de la Mujer, con estas plataformas, dotaron a la Asamblea Constituyente de una oficina que ubicaron frente a la oficina donde sesionaba la Asamblea, es decir, cruzábamos al frente y ahí teníamos una oficina chiquitita con computadora, fotocopia, todo lo que necesitábamos. Ahí estaba permanentemente también un equipo técnico. Cuando nosotras estábamos trabajando y necesitábamos sí o sí datos diferenciados de género sobre algún tema las llamábamos, o teníamos el correo al frente, y les decíamos: ‘prepárenmelo para esta tarde’. Y ellas nos lo preparaban al tiro. Era un equipo de cuatro mujeres que estaban frente a la Asamblea, más otras colaboradoras que estaban en la Coordinadora. 

Desencuentros y estrategias para encontrarse mujeres: ”A partir de las exclusiones y las aspiraciones nos reencontramos”: 

¿Se produjeron desencuentros entre las mujeres que participaron en la Asamblea? 

“En el primer encuentro de asambleístas con el movimiento de mujeres hemos tenido un momento duro, muy duro, casi de quiebre: fue el encuentro entre mujeres constituyentes y campesinas e indígenas que no habían tenido antes relación con las feministas o con el movimiento de mujeres. La reacción de muchas de las 88 constituyentes, cuando nos han visto a nosotras, fue: ‘nuestra guerra no es contra los hombres’, porque, como te digo, solo cinco de las 88 éramos del movimiento de mujeres. A esto se suma que muchas mujeres campesinas e indígenas decían: ‘qué vienen estas caras (forma de denominar despectivamente a las mujeres blancas, no indígenas)’, porque a nosotras nos veían como caras, aunque nunca nos preguntaron cuál era nuestro origen; bastaba con que no vistieras pollera campesina o indígena y ya había un prejuicio. Te veían como parte de la gente que las oprimió en su momento, no te veían como su aliada. Hubo impacto hasta que esas tensiones se rompieron y se reflexionó sobre el momento histórico y las exclusiones que vivíamos, y a partir de ese reconocimiento de las exclusiones, de las violaciones a nuestros derechos, de las aspiraciones que teníamos sobre el nuevo Estado que queríamos construir, nos re-encontramos”. 

Por otro lado, relata María del Rosario, en la Asamblea Constituyente no estuvieron todas las feministas, ya que algunas no reconocían este proceso constituyente: “y, por clase o por posición política, se han autoexcluido, yo diría, porque políticamente no se identificaban con el gobierno. Ahí seguramente había un conflicto de clase y al final no se sumaron a esta lucha. Y las otras feministas, que sí se sumaron, encontraron en este momento un momento absolutamente histórico para hacer parte de los cambios que se iban a dar. Y ahí estuvieron para decirles a las compañeras indígenas y campesinas que la opresión la vivimos todas, y que era necesario encontrarnos para marcar juntas este hito”.

Muchas técnicas se utilizaron para bajar las tensiones y reconocerse entre mujeres. María del Rosario reconoce el rol de las constituyentes que provenían del movimiento de mujeres en “calmar los ánimos”: “de alguna manera, era una forma de hacer las bisagras y decirles a las compañeras: ‘la opresión no solo la viven en el campo y en los últimos rincones, se viven en las ciudades que son tal vez más pobres’, empezando así a generar los hilos que nos iban tejiendo y que iban mostrando que en esa diversidad de exclusión había mujeres de todo tipo y que necesitábamos articularnos. Ha sido un proceso de lindos encuentros, de reconocernos, de re-encontrarnos, de respetarnos, de sabernos compañeras durante el año y más que duró la Constituyente”. 

¿Cuánto duró este alejamiento entre las mujeres indígenas y las feminista, y qué estrategias usaron para lograr el acercamiento? 

“Yo diría que es un proceso tan largo que sigue vigente. Hay una desconfianza histórica, de clase. Hay una desvalorización de las indígenas y las campesinas tan grande y que ha generado una desconfianza tal, que en el proceso tenemos que ir construyendo las confianzas. En la Constituyente estaba la urgencia, porque era un periodo corto de vigencia del proceso, que necesitaba que sí o sí nos pusiéramos de acuerdo. Y para esto había que tener confianzas, creando espacios, yendo a espacios donde, por ejemplo, las compañeras del Municipio de Chapare me decían: ‘tú qué sabes, tú eres abogada, citadina, qué sabes de la pobreza que se vive en el campo’. Entonces teníamos que darnos tiempos para decirles de lo personal, de lo que hemos trabajado, de lo que hemos vivido, de tal forma que ellas puedan encontrarnos compartiendo la problemática, compartiendo esa exclusión”. 

“Lamentablemente, desde ese encuentro de la exclusión nos hacemos hermanas. Y poco a poco, fuimos cambiando el trato, a meterse en espacios en los que estaban solo ellas y compartir una coca. De repente te veían en sus espacios, en sus fiestas, en sus reuniones y lograbas hablar con ellas, sentir con ellas, a veces llorar con ellas…  y te sentían parte. Por esto de ponerse a conversar hasta trasnochar, o tomarnos un traguito para no enfriarnos, de la misma botella a veces. Era una forma también de romper barreras que la cultura nos ha inculcado, ya sea por clase o por lo que fuera. Teníamos que hermanarnos”.

¿Cómo fue la relación interna con la presidenta de la Asamblea, Silvia Lazarte?

“Doña Silvia Lazarte era una campesina sindicalista de una personalidad muy fuerte, que anteponía el proyecto político de país a la agenda de igualdad de las mujeres. Ella no se abría a la agenda de las mujeres. Entonces teníamos que desarrollar una estrategia para llegar a ella y enamorarla de nuestra propuesta, mostrarle que no era lo que ella pensaba. Teníamos poco tiempo y ella tenía una salud muy deteriorada. Yo le decía a mi compañera de bancada, que era una cholita: ‘vamos a verla a doña Silvia, vamos a verla’, y charlábamos. Así la he conocido más y hemos hecho una amistad muy bonita, muy respetuosa”. 

“‘Yo no voy a permitir que maten a ninguna guagua’, decía. Una posición muy radical. Así que generamos, poco a poco, estos espacios íntimos, fuimos contándole testimonios de mujeres campesinas que habían llegado en situación de aborto y que necesitaban ser atendidas, por qué habían llegado así y qué oportunidades teníamos ahora, por qué era importante trabajar este tema de los derechos sexuales: ‘no vamos a poner ‘sí aborto’ en la Constitución, porque este no es el tiempo, porque no hay condiciones, teníamos una barrera de entrada, pero los derechos sexuales y reproductivos sí los tenemos que aprobar, porque si no aprobamos eso, van a seguir muriéndose… y las que más se mueren son las mujeres campesinas, son las indígenas que llegan en estas condiciones’. Había que trabajar el terreno en muchos espacios: a veces en su lecho de enferma, a veces tomando un café en su oficina… era un trabajo muy de cuerpo a cuerpo, porque ella estaba en el espacio más poderoso de la Asamblea y podía ser una barrera muy grande. Entonces ahí nos turnábamos con otras constituyentes que también eran del movimiento para hablar con la hermana Silvia. Así había que preparar el terreno, algo importante a tener en cuenta: a veces por concentrarnos en trabajar la propuesta, nos olvidamos de trabajar el terreno para que arriba, a la hora de las decisiones, no tengamos obstáculos”.

“También fue clave identificar a hombres aliados, que tengan la documentación, que tengan los respaldos, que tengan toda la información que puedan llegar a otros hombres que estén en situación de poder y que no se constituyan en barreras”.

¿Cómo trabajaron con las mujeres del movimiento que pertenecían a la derecha? 

“Nosotras como constituyentes del MAS no coordinamos con ellas directamente, sino que lo hacían las técnicas. Cuando teníamos que aprobar algún tema, de repente estábamos al lado de ellas abogando por la agenda, diciendo que este tema nos golpea, no importa si se es de izquierda o derecha, entonces todas vamos por una constitución y una vida libre de violencia; el tema del aborto nos afecta, entonces todas vamos por el derecho a la vida y los derechos sexuales: ahí teníamos una alianza importante, pero no sólo en ese tema. Ana María Ruiz era una constituyente de la Comisión de Tierra y Territorio que pertenecía de un partido opositor al MAS. El presidente de esta Comisión, Carlos Romero, nos decía que si no hubiese sido por la intervención de ella para el derecho a la titularidad de la tierra de las mujeres, el derecho de los pueblos indígenas de las mujeres sobre el territorio no estarían como están en la Constitución. Ella quebró y la llamaron traidora, pero en su momento tomó una posición política más allá de su partido, decidió ser coherente contra las exclusiones. Y en esa coherencia, tomó una posición personal: ella fue una de las mujeres de oposición que apostó por el Estado plurinacional”. 

Estrategias para instalar la agenda feminista y la articulación con la sociedad civil

¿Cómo se daba, en términos estratégicos, esta coordinación de roles para reforzar las demandas del movimiento de mujeres?

“Las técnicas que estaban en la oficina del frente de la Asamblea sabían qué comisiones estaban sesionando y qué temas. Cuando en una comisión iban a tratar el derecho a la vida, por ejemplo, yo gestionaba ser adscrita a esa comisión. Entonces las compañeras del movimiento de mujeres bajábamos de nuestras comisiones para ser adscritas y reforzar en otra comisión, porque como adscritas podíamos tomar la palabra y ayudar a marcar tendencia. Esta estrategia también es válida… para que ustedes vean cómo, como abejitas, fuimos a la comisión que estaba más débil o que necesitaba ser reforzada. Para eso, el equipo técnico nos ayudaba, para estar pendientes de las agendas de cada comisión y reforzar, dependiendo de la posición que necesitaba más apoyo”. 

“De repente nos alertaban de que el presidente de la comisión ha movido la fecha para desmovilizarnos. En ese momento, teníamos que reaccionar y salir. Ellas también veían cuando iban a ser los debates más fuertes. Entonces organizaban encuentros nacionales con las mujeres movilizadas, bajaban en marcha y entraban a la Asamblea en marcha o  también pedían audiencia en las comisiones. Algunas se quedaban a hacer seguimiento y hacían su agenda de medios y nos llamaban para que les informemos en qué estaban las cosas, era toda una estrategia integral de comunicación muy movilizada, muy vigilantes”. 

Además del aborto ¿existió algún otro tópico dificil de trabajar en el proceso constituyente?

“Los derechos sexuales y reproductivos también era algo que no se quería aprobar. Pero se hicieron muchos eventos, audiencias, gente que trabaja el tema que ha ido a exponer. Toda la mañana los constituyentes recibíamos audiencias y en las tardes trabajábamos en la Comisión. Creo que también es una forma interesante de incidir en cada comisión: organizarse como grupo y pedir audiencias para incidir desde diferentes frentes o identidades sobre un tema de interés”. 

“Otro tema que también fue controversial fue el derecho a vivir la vida sin violencia. Los hombres no querían que se explicite así; decían: ‘ya dice derecho a la vida, ¿para qué quieren que diga libre de violencia?’. Entonces ahí trabajamos con varios compañeros del MAS, porque nuestra barrera eran nuestros propios compañeros; entonces, ahí planteamos: ‘tiene que decir vida libre de violencia, porque no es vida vivir cada día con alguien que te está taladrando la vida mañana, tarde y noche, psicológica, física y sexualmente. Si quieres derecho a la vida y a vivir bien, como es nuestro sueño para Bolivia, entonces tienes que explicitarlo, porque 8 de cada 10 mujeres estamos viviendo violencia. Ellos tienen que saber que no tienen que violentarnos y la única forma es que haya un mandato constitucional para cambiar esta cultura’. Me acuerdo que el día que aprobamos este tema nuestros compañeros decían: ‘muéstrame en qué países está el derecho a la vida libre de violencia’. En ese momento corrimos al equipo de técnicas: ‘pasennos legislación comparada, lo necesitamos para esta tarde a las 3’. Y en la tarde a las 3 nos dieron legislación comparada. Pero a la vez los invitábamos a almorzar y empezábamos a contarles testimonios, les decíamos: ‘necesitamos vivir sin violencia, es la oportunidad de proteger a tu hija de que no la maten’, y empezábamos a dar los casos de feminicidio con estadísticas, con testimonios. Les decíamos: ‘Mañana va a salir que tal constituyente ha frenado estas cosas. Vos sos el único responsable de sembrar la Constitución’. Era una forma de manipular: todo hemos usado para lograr que los compañeros nos ayuden”. 

“Lo lindo en el caso del MAS es que teníamos mayoría, aunque no 2⁄3, entonces era clave que hubiera consenso sobre un tema dentro de la bancada para llegar al pleno. Teníamos compañeros de muy avanzada, izquierdistas y todo, pero re machistas. Nosotros teníamos que hacerle a la prensa aliada peticiones de entrevista para que les preguntaran de tal forma que digan algo que les haga morder su propia palabra, de forma que los comprometas para que en el plenario te apoyen. Necesitábamos encontrar formas”. 

Desafíos de las mujeres constituyentes en una sociedad patriarcal

En tu experiencia, sumando también la experiencia de otras mujeres, ¿qué desafíos tuvieron que enfrentar en relación a los roles patriarcales propios de la política tradicional?

“Fue una experiencia de un valor incalculable, histórica. Es un privilegio como ciudadana estar en ese espacio, yo sentía que era una oportunidad de aportar en un nuevo pacto. Pero en el caso de Bolivia, en el primer pacto que nos dábamos de forma participativa, donde la gente desde su necesidad, y no un constitucionalista, escribía la constitución. Entonces tenía un valor muy particular, porque además estábamos asumiendo este reto en el contexto de un gobierno campesino, indígena, con una oferta clara de cambiar el país en pro de ese pueblo excluido y en contra de los que han estado siempre en el privilegio del poder. Aquí no podías estar al medio, sabías por quién estabas tomando partido, era parte de una justicia histórica por la que tenías que apostar. ‘Puede costarnos la vida’, decíamos en algún momento. Cuando estábamos en el liceo aprobando la nueva Constitución sentíamos que podían hasta llegar a quemarnos ahí, había riesgos. Pero era nuestra apuesta por este proyecto y, si hay que dar la vida, hay que darla, pero teníamos que lograr que esta Constitución se sembrara en el país, porque somos la mayoría y es la minoría la que se resiste a ese cambio, somos la mayoría y por lo tanto este es el modelo de país que queremos”. 

“Hubo diferentes escenarios de confrontación. Por ejemplo, la gente que se resistía al cambio nos acosaba, acosaba a nuestras familias. En el colegio mi hija ha sufrido un montón de insultos por ese racismo, ese clasismo, esa discriminación;  en la calle te insultaban, la gente te decía: ‘eres la puta del Evo, eres esto y lo otro’, cosas así, desde lo personal. Estabas acosada permanentemente por mujeres y por hombres, aunque más por mujeres en esos escenarios. Y en otros escenarios, por ejemplo en los medios de comunicación, uno sentía cómo, muchas veces, los conductores tienen más preferencia por los varones que por nosotras, o en el uso del tiempo, en los temas que te consultan. Nos decían: ‘ustedes van a hablar de violencia, no de propiedad de la tierra’, y así minimizan nuestras agendas, las subvaloran. Ahí nosotros tenemos que poner nuestras agendas en el mismo nivel de cambio estructural, de Estado”. 

“La discriminación se encuentra en diferentes escenarios. Por ejemplo, en la bancada del MAS, nuestra propia bancada, las compañeras cholitas tenían la palabra y nosotras no. Teníamos que subirnos a la mesa y decir: ‘pásame la palabra’ para que nos la den. Era un espacio también de disputa: porque eres mujer cara no tenías posibilidad, pero si eras mujer campesina, sí”.

“Fuera de nuestra bancada, por ser mujer te discriminaban, no tenías posibilidad de estar en la lista de oradores en la Constituyente: ‘no, que estén él y él, tienen mejor discurso’, decían. Claro, generalmente ellos han hablado y por lo tanto tienen mejor discurso. En mi caso he tenido más oportunidades, porque yo me metía, tenía otra misión y también otro proceso que había trabajado muchos años. Pero en el caso de otras mujeres, que podrían haber tenido mucho mejor discurso, no les daban la palabra. A pesar de ser 88 y ellos muchísimos más, éramos más excluidas, teníamos que buscar estrategias para hacernos escuchar. En Chile, las mujeres están yendo a la Asamblea Constituyente en paridad y deben hacer que la palabra la den también en paridad. Todos esos espacios hay que pelearlos, porque si los que deciden tienen mentalidad patriarcal, nos subestiman”.. 

María del Rosario también recuerda la discriminación que vivieron las mujeres y las trabas para su participación política: mujeres a las que no dejaban entrar a un hotel por su indumentaria indígena, que eran insultadas al caminar por la calle por vestir sus polleras, o fueron desalojadas de sus viviendas por quienes les alquilaban.“No le voy a alquilar, quiero que me devuelva el cuarto”, les decían. 

¿Y respecto a los roles que son atribuidos a la mujer?

“El trabajo del cuidado ha sido una tragedia. Imagínate, te han elegido constituyente, sos del Valle, sos del Oriente, y tienes que cargar tu guagua (bebé) hasta Sucre (donde sesionaba la asamblea); muchas mujeres se han ido a ver en qué escuela ponen a sus hijos.  Todo ese trabajo que implicaba dejar cocinado para salir corriendo, todo ese trabajo lo han cargado las constituyentes, porque su realidad no ha cambiado por el hecho de ser constituyente y toda la carga de la triple jornada recae sobre ellas. Eso ha sido algo que no se ha previsto en la Constituyente: guarderías, lugares de protección a los chicos. El trabajo de cuidado realmente pesaba sobre la calidad del rendimiento en la Constituyente. Por ejemplo, Rosalía del Villar, Constituyente por el Alto de La Paz, tenía dos niños pequeñitos; cuando los dejaba con su marido, en La Paz, ella era 24/7, se ponía en todo, era re comprometida y re trabajadora, una referente, pero cuando le tocaba estar con los niños bajaba su disponibilidad. Eso es algo que también deberían prever: si pudiera haber un lugar de cuidado para esos chicos, va a ayudar al rendimiento y la calidad del trabajo de las mujeres constituyentes, porque es necesario”.

En ese sentido ¿existen otros aprendizajes que tú crees que puedan ser útiles para hacer funcionar una Asamblea Constituyente en términos más igualitarios?

Eso: alivianar la carga del trabajo de cuidado. Teníamos compañeras que han ido a sesionar con sus hijos que estaban en el colegio y no teníamos condiciones para prever eso. Algunas estaban con sus hijos en la Asamblea, durmiendo en el piso, porque no tenían dónde acogerlos. Alguna vez nos hemos amanecido en la Constituyente, entonces los bebés no se quedaban, había que habilitar un lugar. 

Para los hechos de violencia, establecer medidas de seguridad. Ojalá en Chile no tengan ninguna confrontación, ojalá no tengan que pasar las cosas que hemos pasado nosotros, porque en momentos en que la gente se resistía a los cambios y la oposición movilizaba a los grupos de choque, veíamos que nos faltaban medidas de seguridad para proteger a algunas personas. Había gente que estaba muy expuesta, sus lugares de vivienda estaban muy expuestos. 

Otra cosa es hacer  eventos, informar para que la gente valore la importancia histórica de este hecho en su ciudad y que sean aliados del proceso constituyente.  Por ejemplo, que los constituyentes gremiales reúnan a los gremiales y les mantengan informados; los constituyentes campesinos, que reúnan a los campesinos; nosotras al movimiento de mujeres. De tal forma que ellos conozcan de primera mano el estado de situación de la Asamblea, los temas que se están definiendo, para que también sea un proceso educativo; no toda la gente entiende lo que es una Constituyente y no toda la gente está dispuesta a movilizarse por eso. Eso a nosotros no nos funcionó porque Sucre, la sede del proceso, era una ciudad muy conservadora”.

“También el acceso a los medios de comunicación, que es tan importante.  Ese era otro campo de batalla, donde no se nos daba espacio, tenías que robarte el espacio. Cuando daban espacio, daban a los hombres. Había una periodista, Cristina Corrales, que creó un programa exclusivamente para hablar de este tema, del proceso constituyente. Ahí sí teníamos más oportunidades las mujeres de ir, ella llevaba hombre-mujer-hombre-mujer, pero creo que eso es algo que hay que comprometer y reglamentar porque nos ayuda a posicionar la agenda e incidir en la Asamblea. En el pleno de la Constituyente no teníamos mucho espacio; sin duda los medios de comunicación son muy importantes”. 

¿Qué estrategias de comunicación desarrollaron?

“En un principio hicimos una lista de medios de comunicación, identificamos a los aliados potenciales de cada medio y les dijimos con qué constituyente podían hablar para el tema que querían tratar. Regulamos para que todos puedan ir a hablar. Primero, la consigna era que teníamos que decir a través de los medios cuáles eran las propuestas que nosotras estamos trayendo como mandantes, que digamos a quienes nos debemos. Ese era el objetivo de la primera etapa de la comunicación: los mineros con su agenda, las mujeres con su agenda… Me encantaba escuchar la opinión de los indígenas en los medios cuando decían: ‘nosotros queremos autonomía indígena porque’” y le daban una cátedra de lo que es autonomía indígena a los académicos, desde la posición y la lectura que tenían ellos. Era hermoso escuchar en los medios de comunicación exponer eso, su mandato, cómo comprenden la autonomía, por qué querían la autonomía los indígenas, escuchar hablar a las mujeres de los saberes ancestrales. Vos encontrabas tanto saber, tanto conocimiento, que todo ese discurso de ‘¿qué saben ellos? son ignorantes’, quedaba chico”. 

A una década del proceso constituyente boliviano: aprendizajes para las nuevas constituyentes

¿Cuál crees que ha sido el impacto y las consecuencias de este proceso en la sociedad boliviana?

Lo primero es asumir que somos un Estado Plurinacional y  también reconocer la diversidad, porque la autoestima y el nuevo posicionamiento que tienen los pueblos originarios, los campesinos en Bolivia… es súper importante. No son más ciudadanos de segunda, a quienes van a violentar sus derechos. Esto no significa que no hay discriminación, pero ellos saben que tienen derecho. Eso creo que es algo que ha entrado hasta el fondo.

Y otra cosa que para nosotros es también un gran logro es estar en paridad. Creo que la paridad es fundamental, el hecho de que estén mujeres en espacios de toma de decisión, con quienes podamos dialogar y respaldar como organización social ante el acoso político de nuestros propios compañeros, para garantizar que la Constitución se cumpla. Sabemos que los gobiernos tienen mentalidad patriarcal, por mucho que la Constitución tenga una carta de derechos para la igualdad. Esa mentalidad patriarcal que tienen los gobiernos solo va a cambiar cuando nosotras tengamos la capacidad de no llegar con la protesta sino llegar con la propuesta. Este ejercicio de llegar a la Constituyente con datos, con todo, a nosotras nos ha llevado a hacer todo con propuesta. 

Esta es la agenda política de las mujeres, los seis ejes estratégicos para despatriarcalizar: participación política, donde queremos consolidar la paridad pero sin acoso, sin violencia, una participación política plena, apostamos por la democracia paritaria, el desmontar cultural, simbólica y materialmente el patriarcado;  la institucionalidad para esta igualdad; garantías para ejercer el derecho a vivir una vida sin violencia, que es bajar la Constitución a políticas públicas, leyes, presupuestos para la lucha contra la violencia; la autonomía sobre nuestros cuerpos; que los Derechos Sexuales y Reproductivos sean política pública; y que la ley de educación se cumpla en este tema. 

Estos seis ejes se aplican en tanto tengamos paridad en los espacios de decisión, que nos permita hacer leyes y políticas públicas. Entonces, nuestra agenda es nuestra con propuestas clarísimas, porque es lo que nos ha enseñado el proceso que tenemos que hacer. Para que esta agenda siga, las mujeres asambleístas, de derecha y de izquierda, nos apoyan, porque hemos aprendido que nuestra agenda sí nos une. A pesar de que podamos tener posiciones políticas muy diferentes en otros temas, en esto hemos logrado varias cosas en alianza. No es que haya sido mágico que nos hayamos encontrado las feministas, las campesinas y las indígenas, no. Es un proceso que se sigue construyendo.  

Consejos para las constituyentes chilenas

Para terminar, ¿qué consejo le darías a las mujeres chilenas que enfrentarán el proceso constituyente?

Creo que lo más importante es establecer un vínculo durante todo el proceso constituyente, un vínculo con sus representadas, es decir, hacer sentir a la gente que la Constituyente no está allá lejos de ellas, si no que ellas tienen fluida comunicación. En este sentido, informar los problemas  y los logros, de tal forma que la gente te respalde y sepa que tienen una persona que les representa. Que la Constitución no se quede en los constituyentes, sino que el pueblo sea constituyente, es algo que la experiencia nos ha demostrado que es posible hacer. 

Les deseo el mayor de los éxitos a las mujeres de Chile para puedan lograr una carta de derechos tan fuerte que les permita seguir avanzando, para que el pueblo chileno pueda reencontrarse al pactar lo que Chile quiere, lo que el país quiere. 

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