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Mujeres constituyentes en América Latina: experiencias y aprendizajes compartidos

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Bolivia, Ecuador y México, entre otros países de América Latina, han vivido procesos constituyentes. En todos ellos, con imaginación, las mujeres han hecho historia tras superar una serie de obstáculos . Negociaciones, procesos de empoderamiento, articulaciones con la sociedad civil y trabajo incansable han sido parte de las estrategias y fórmulas para que la fuerza de los movimientos de mujeres corran la valla de los derechos en las constituciones de nuestro continente.

Mayo 21, 2021. Por Im.pulsa

Reflexiones feministas sobre procesos constituyentes latinoamericanos: Betty Tola- Ecuador

“Cuando me preguntan a mí qué es la constituyente o cómo declaro la Constitución, yo digo que es la síntesis de esas luchas de décadas atrás, de 30 años, y la proyección de un sueño común de país”, declara Betty Tola, política ecuatoriana, ex ministra y miembro de la Asamblea Constituyente de Ecuador de 2007 y 2008, quien conversó con Im.pulsa a semanas de que su país comience un nuevo período de gobierno de la mano de Guillermo Lazzo, ex banquero y empresario conservador, electo presidente de Ecuador tras su tercer intento en los comicios.

En esta entrevista, Betty Tola aborda distintos aspectos del proceso, que hemos organizado bajo subtítulos para que puedas revisar la temática que te interesa:

  1. El camino personal y colectivo a la constituyente.
  2. La agenda feminista en la constitución.
  3. Desencuentros y estrategias para encontrarse entre mujeres.
  4. Estrategias para instalar la agenda y la articulación con la sociedad civil.
  5. La realización de la Constitución en la Política.
  6. Desafíos de una constituyente feminista en una sociedad patriarcal.
  7. Consejos para las constituyentes chilenas

El camino personal y colectivo hacia la constituyente

¿Cuál fue tu trayectoria para llegar a ser parte de la Asamblea Constituyente de tu país por el movimiento Alianza PAÍS?

“Yo vengo de militancia de izquierda. Desde los 19 o 20 años me empecé a vincular a procesos políticos de la izquierda, no a la militancia partidaria electoral, sino a la que trabajaba con procesos organizativos. Estuve muy vinculada a procesos organizativos sindicales, de hecho, como digo siempre, mi primera tarea política fue acompañar y ser parte del equipo de la escuela sindical de una de las importantes organizaciones sindicales nacionales, en mi ciudad. Luego me dediqué muchísimo a fortalecer las dinámicas campesino-indígenas de Azuay. Entonces, trabajé un montón con compañeras y compañeros del movimiento campesino”.

El año 1995 nace el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, que participó por primera vez de un proceso electoral durante las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1996. Junto a muchos de sus compañeros del movimiento campesino, Betty Tola se sumó a Pachakutik, fue coordinadora de este en su región y en dos períodos (1997 y 1999) fue electa como integrante del Comité Ejecutivo Nacional del movimiento Pachakutik. “Esa fue una experiencia sumamente enriquecedora e importante desde distintas perspectivas”, recuerda, “desde la perspectiva política, por ejemplo, en el sentido de recuperar la consulta, el debate, el procesamiento de las diferencias, que es propio del movimiento indígena y que a veces en la izquierda más tradicional es menos posible. Otro campo interesante fue que confluyeron la fuerza del movimiento indígena, que en ese periodo ha sido el emergente en términos sociales, el movimiento campesino, dinámicas de mujeres, ambientalistas, es decir, Pachakutik permitió una convergencia de estos procesos”. 

En ese proceso, las mujeres se reencontraron y comenzaron a trabajar tres temas internos para la organización con miras a la elección de 1999: reformaron el reglamento para garantizar la representación de mujeres en el Comité Ejecutivo y en la Dirección Nacional; incorporaron demandas de las mujeres a la propuesta programática de Pachakutik y elementos del feminismo en su base ideológica; y establecieron un espacio de articulación de mujeres, que les permitió trabajar la reglamentación, el aporte programático, y la formación entre compañeras que estaban en los espacios directivos o que ya eran electas autoridades. “Fue muy interesante pensar cómo nosotras logramos tener presencia, una fuerza al interior del movimiento, porque varias de las compañeras tenían una trayectoria fuerte en el movimiento indigena, había dirigentas indígenas de primera línea y también compañeras de primera línea que venían del movimiento de mujeres. Fue muy enriquecedor y creo que pudimos hacer un aporte significativo”, analiza Betty Tola.

¿Cómo fue su participación política en el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik?

“Cuando Pachakutik ganó las elecciones en alianza con Gutiérrez, decidimos que el compañero que en ese momento era el coordinador nacional y yo sostendríamos el movimiento y articularíamos el trabajo a nivel nacional, tanto de funcionarios y funcionarias del Estado, como de la propia estructura del movimiento. Ese fue un tiempo complejo, difícil también en términos personales porque mis hijos eran pequeños y yo prácticamente tenía que estar en Quito. Fue complejo, pero bueno, ahí salimos. Finalmente logramos con las redes familiares, con la familia, con la pareja, superar mi ausencia, que ya no era solo de dos días, sino que fue una permanencia fuera”. 

En agosto de 2003, a seis meses de iniciado el gobierno, Pachakutik rompió la alianza con el presidente Lucio Gutiérrez. Luego de eso, por múltiples razones, varios militantes del movimiento se retiraron, Betty Tola entre ellos. Entonces, en 2004, algunas mujeres (entre ellas, ex militantes de Pachakutik) comenzaron a trabajar en una articulación de mujeres, relata Betty: “Empezamos a trabajar juntando dinámicas, pensamientos, ilusiones, y así nos encontró el 2006, en ese tejer de a poco, cuando gana el ex Presidente Correa la primera vuelta” .

Según su experiencia, ¿cuáles son los hitos que marcan el proceso previo a la asamblea Constituyente ecuatoriana?

“Quizás un antecedente importante respecto de la Constituyente es el levantamiento indígena del ‘90. En ese momento hay cuatro demandas que resuenan en el país: el Estado plurinacional, ‘Ni una hacienda más’ (en exigencia del fin de las haciendas que mantenían precarizada la fuerza de trabajo indígena), una nueva democracia y una asamblea constituyente. El movimiento indígena coloca ese tema con fuerza y desde entonces estuvo latente. Cuando gana el ex Presidente Correa (en 2007) una de sus premisas fue ‘asamblea constituyente’. Ya desde que él gana la primera vuelta, nosotras decidimos articular a nivel nacional el ‘Movimiento de mujeres por la vida’, que tenía como antecedente un espacio llamado ‘Mujeres luchando por la vida’, en el que habían militado varias mujeres, yo no. Decidimos darnos la vuelta a la República, proponiendo y debatiendo con las mujeres. Fue un proceso espectacularmente lindo, porque nos fuimos de provincia en provincia conversando con las compañeras sobre qué cosas deberíamos llevar las mujeres a la Constituyente, fue muy chévere, recogimos propuestas en todos los campos, en todos”, dice Betty. Mientras conversa, tras su espalda se ve un cartel que reza “Por justicia, soberanía y equidad, vamos a la Constituyente”, un recuerdo de esos tiempos de construcción constitucional colectiva.

Rafael Correa asumió la Presidencia de Ecuador el 15 de enero de 2007 y al día siguiente convocó a una consulta popular para el 18 de marzo, con el fin de que el pueblo decidiera si deseaba una Asamblea Constituyente con “plenos poderes” para redactar una nueva Carta Magna. Diez días antes de la consulta, las mujeres del movimiento realizaron una gran reunión nacional para compartir las propuestas que habían recopilado en las provincias y construir una síntesis que les permitiera llevar sus contenidos a la futura instancia constituyente; en ella decidieron llevar una voz a la asamblea en articulación con otros sectores de la izquierda, progresistas, y plantearon que esa voz debía ser la de Betty Tola. El 30 de septiembre de 2007 fue electa asambleísta constituyente por el movimiento PAIS, que encabezaba una amplia coalición. 

La agenda feminista en la Constitución

El 7 y 8 de junio de 2007, cinco meses antes de la primera sesión de la Asamblea Constituyente e incluso antes de que se eligieran sus representantes, se organizó la “Pre-Constituyente de Mujeres del Ecuador”, un encuentro que reunió a alrededor de 300 delegadas de una amplia gama de organizaciones en Riobamba, el mismo lugar que en 1830 vio nacer la primera Constitución de la República de Ecuador, para elaborar un mandato de las mujeres que pudiera impulsarse al interior de la Asamblea Constituyente.

¿Cómo se prepararon las mujeres para llegar a la Constituyente con propuestas?

“La Pre-Constituyente es un punto clave para lo que pasó luego en Montecristi (sede de la Asamblea Constituyente) para las mujeres. Fue muy simbólico que las diversas organizaciones de mujeres del país nos encontremos en Riobamba, el corazón de la patria, donde se redactó la primera Constitución ecuatoriana. Fueron dos días de trabajo intenso. Yo siempre digo que nuestra fuerza recayó en que no llevábamos ‘lo que yo pienso’, sino que un proceso trabajado antes. Ahí logramos acordar nuestras demandas particulares, pensamos el sistema democrático, el régimen económico, pensamos el sistema de descentralización y de organización territorial del país. Y también logramos organizarnos para estar en Montecristi, una vez que se instale la Asamblea”. 

“Tengo que relevar el papel fundamental del organismo de género, el Consejo Nacional de las Mujeres (CONAMU), que propició este encuentro y luego durante Montecristi aseguró las condiciones materiales para que, por turnos, las organizaciones estemos ahí todo el tiempo: el movimiento de mujeres de este país estuvo los 8 meses de la asamblea acompañando. El CONAMU nos apoyó para publicar las propuestas, entonces en todas las mesas constituyentes nos tenían a las organizaciones de mujeres diciendo casi exactamente lo mismo, claro, a veces cada una con sus énfasis”. 

“Y una vez instalado Montecristi fue una campaña linda, porque había mucho que decir, mucho que proponer a partir de las cosas que habíamos trabajado. La dinámica que vivió Montecristi fue súper fundamental: fue una asamblea viva todos los días, desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche, o sea, todo el tiempo había miles de personas con sus propuestas. Lo importante de Montecristi fue haber impactado con una expectativa popular, social, ciudadana, de modo tal que el Ecuador entero estuvo en Montecristi. Entonces, un día tenías a los jóvenes, otro día a las mujeres, otro día a los trabajadores, otro día a las juntas de agua, otro día a las cooperativas de ahorro y crédito, o sea, personalmente, para mí ha sido la más importante experiencia política personal por su riqueza, por la capacidad de interlocución con  la gente… esa ha sido mi experiencia más importante”. 

¿Cómo fue este proceso político para las mujeres y cuáles fueron sus mayores avances?

“Para las mujeres creo que fue interesante poder incidir en varios ámbitos. En materia de derechos, logramos que el catálogo de derechos que en la Constitución del 97 ya era amplio, se ratificó y se ampliaron aspectos. En el caso de las mujeres, lo que tiene que ver con el derecho a la seguridad social universal y el derecho a la seguridad para las mujeres que hacen trabajo doméstico en la casa. Ese fue un punto importante. Luego estaban los derechos a la educación, el derecho a la vida sin violencia, los derechos sexuales y reproductivos redactados de manera separada, como tiene que ser. Ese también fue otro tema que recuerdo que lo colocamos y lo planteamos. También se incorporó el tema de la paridad en la representación política, tanto en ámbito de elección como en ámbitos de designación”.  

“El otro campo que fue súper interesante de incorporar (ya había una parte de esto en la del ‘97) fue el artículo que reconoce la labor de cuidado como labor productiva, al cual se añadieron tres cosas: la responsabilidad del Estado de garantizar normas laborales acordes a las tareas de cuidado, generar infraestructura y servicios para estas tareas; la redistribución al interior del hogar de las tareas y las responsabilidades domésticas; y la ratificación de la seguridad social”.

“También logramos incorporar ahí, en confluencia con otros sectores, la definición del sistema económico como social y solidario, a diferencia del estado social de mercado, que era el régimen que estaba vigente en la Constitución anterior. Creo que en este campo, desde nuestra perspectiva de mujeres, hay un desarrollo importante en el reconocimiento de las distintas formas de trabajo, porque ahí se reconoce el trabajo que sustenta el cuidado de las personas y el acceso a recursos para la producción, para mujeres”.

“Un punto que fue muy crítico, nos costó lágrimas locas y todo, fue el tema del derecho a la decisión sobre los cuerpos. Si bien logramos que se ratifique el carácter laico del Estado, que en el artículo 3 diga que la gestión pública tiene que incorporar una ética laica, cuando llegamos a los derechos de los niños perdimos la discusión sobre el derecho a la vida desde la concepción, porque nosotras habíamos planteado el derecho a la vida digna, a la dignidad de las personas y la dignidad humana. Esa es una batalla que perdimos”. 

Estrategias para instalar la agenda y la articulación con la sociedad civil

¿Cuál fue la estrategia que utilizaron como constituyentes de Alianza PAÍS para superar los desafíos del proceso y avanzar en materia de derechos?

“En este sentido, es súper importante tener un equipo y un acuerdo colectivo para seguir cada detalle. Nosotros logramos tener un equipo de varias compañeras y compañeros para seguir cada debate en cada mesa constituyente; si no haces eso, hay cosas que se van a pasar porque, como todo espacio colectivo y político, la Asamblea es un espacio de disputas. Nosotros teníamos a veces una compañera asambleísta que estaba por el derecho a decidir y otra que decía que jamás, siendo de la misma bancada. Había mucha presión en Montecristi sobre ese tema… de las iglesias, de la derecha. Pese a que no íbamos a poner el derecho a decidir, se trataba de no poner el derecho a la vida desde la concepción. Esa era la discusión, no era el derecho a decidir, para nada, ni siquiera había condiciones de decirlo. Eso creo que se logró, como te decía, es súper importante lograr tener unos acuerdos de mayoría para incidir”. 

¿Y cómo fue la articulación entre mujeres?

“Creo que las que estábamos adentro, un buen número, sí veníamos de una militancia política, o militancia directa con los movimientos de mujeres y con demandas desde el feminismo. Sí teníamos ahí un número importante de compañeros y compañeras con los cuales acordar estas temáticas, discutir estas estrategias, qué más podíamos hacer, ver cuál eran las mejores redacciones. Este procesamiento fue súper importante al interior. Logramos compartir equipos de asesores, es decir, éramos como unos 10 o 12 con equipos comunes que trabajaban juntos, de tal manera que podíamos tener la capacidad de revisar todos los artículos que se producían en todas las mesas. Porque si uno se queda solo en esto puede perder la capacidad de incidir en el conjunto, y las  peleas que tenemos son del conjunto. Nosotros éramos de los que entrabamos a las 7 y salíamos a las 11 de la noche, vivíamos ahí en esas carpas. Entonces, claro, requiere de eso, de esa concentración, esa revisión a profundidad”. 

“Y lo segundo es el vínculo con la movilización social, porque además de retroalimentar tu trabajo, le va dando legitimidad al proceso. La consulta popular aprobó una asamblea de plenos poderes, por tanto, se diluyó el Congreso Nacional al momento en que nosotros nos instalamos, el poder legislativo éramos nosotros: constituyente y a la vez legislativo. Entonces, al ser así, nosotros tuvimos poder para emitir ‘mandatos constituyentes’. Al mes de instalados, emitimos uno de los primeros mandatos constituyentes, el que eliminó la tercerización laboral. Entonces la gente viene, debate contigo y estás dando respuestas concretas a las demandas, no hay que esperar a que se apruebe la Constitución, sino en ese momento tú emites un decreto que resuelve un problema. Creo que así vas ganando legitimidad”.  

¿Cómo explicarías el trabajo que hizo la Asamblea Constituyente en tu país, entendiendo también el escenario político que vivían en ese momento?

“Cuando me preguntan qué es la Constituyente o cómo declaro la Constitución, yo digo que es la síntesis de las luchas de décadas atrás, de 30 años, y la proyección de un sueño común de país, porque es eso… es cómo eres capaz de recoger y sintonizar con eso. No es que tú eres la persona brillante y que te salen las ideas. No. Eso sería desconocer lo vital de la sociedad que está detrás de esos procesos, que está liderando cosas. Entonces me parece que una precaución que hay que tener es cómo garantizar que esa expectativa de la gente sobre la Constitución no se diluya a los dos años”. 

“Yo creo también que hay que entender lo de la Constituyente en el contexto de expectativa que generó la presencia del gobierno del ex Presidente Correa. Ecuador venía de una década de inestabilidad brutal: nosotros tuvimos entre el ‘96 y 2005, creo, 10 presidentes. Ninguno había terminado su periodo. El Ecuador venía de un desgaste sumamente fuerte en la parte de credibilidad política, venía de una situación de deterioro profundo de las condiciones de vida, de un proceso también importante de resistencia al neoliberalismo, es decir, aquí no dejamos que se privatice la seguridad social, que se privaticen las empresas eléctricas, nos opusimos al TLC en las calles. Había una efervescencia también en ese sentido. Correa te dice: ‘vamos a hacer una revolución política, voy a convocar a una Constituyente y logra en su propuesta recoger mucho de lo que venían siendo las demandas del Ecuador”. 

“Entonces, la convocatoria a la Constituyente se constituye en una propuesta para repensar el país y todos esos sectores que venían demandando distintas cosas ven en esa propuesta y en la concreción de la Constituyente una posibilidad de incidir en esa construcción de su sueño del país. Por eso es que la gente llega a Montecristi. Se construyó un local, pero mientras se construía teníamos carpas para la comida y organizabamos los encuentros con el presidente de la Asamblea, con los de tal comisión, y así la Asamblea decidió ser una asamblea de puertas abiertas, esa es otra decisión institucional”. 

¿Cómo ocurre este diseño institucional de la Asamblea y cómo contribuye este en el desarrollo de la Constitución?

“Se diseñó que teníamos días definidos en los cuales la gente podía venir. Nosotros normalmente empezábamos a las 9:00 de la mañana, pero teníamos desayunos con la gente desde las 7:00 hrs. Adicionalmente, la Asamblea generó un conjunto de debates a nivel nacional. Entonces, cada mesa tenía debates en 7 provincias para que se pueda dar a conocer lo que estábamos haciendo. A mí se me ocurrió hacer el lunes de diálogo con la prensa en mi ciudad. Yo todos los lunes les contaba a los medios de comunicación qué estaba pasando, cuáles eran los temas centrales de discusión, por dónde estaban los nudos críticos, hacía una rendición de cuentas”. 

“Y me pasaron cosas tan chistosas, como un día que llegó un curso entero de la Facultad de Economía de una universidad a mi rendición de cuentas, al informe semanal de lo que pasaba. Fue cuando estábamos discutiendo la Ley de Equidad Tributaria. Ellos vinieron a escuchar lo que yo iba a plantear y a plantearme todas sus inquietudes. Esas cosas permitían ir conectando y es súper simbólico. A veces se ha creído que ser asambleístas es estar rodeado de asesores, rodeado de seguridad. No, somos gente común y corriente. Nuestra ropa, por ejemplo, era igualita que la de cualquier ciudadano o ciudadana. Y ahí yo creo que las mujeres sí podemos imbuir un cambio, porque no estamos acostumbradas, no hemos estado en los espacios de poder, entonces también podemos poner una impronta en la simbología, en la capacidad de hablar, la capacidad de recibir, la capacidad de re pensar las formas; el fondo, esencialmente, pero también las formas”. 

La realización de la Constitución en la Política

¿Cómo pensaron, desde la Asamblea Constituyente, el modelo de las instituciones públicas que garantizarían estos cambios? 

“Yo creo que la posibilidad de que esto que escribimos se pueda trasladar y hacer efectivo pasa por las decisiones políticas y por cuánto los que finalmente gobiernan, o las que finalmente gobiernan, están dispuestas a incluir esos cambios a favor de los derechos de las personas. Yo creo que en nuestro caso teníamos una articulación clara con lo que hacía el Ejecutivo. Y me parece que eso se pudo viabilizar: derecho a la salud, derecho a la educación, el impulso que se dio a todo lo que tiene que ver con políticas de cuidado, quizás no universales todavía, pero respecto de los niveles de precariedad que había en los servicios de desarrollo infantil, de cuidado infantil, tuvimos unos saltos gigantescos. En materia de reconocimiento y de potenciación de las cooperativas de ahorro y crédito, en materia de la redefinición de las relaciones con las empresas petroleras, en materia de política internacional, yo creo que ahí tuvimos muchas cosas positivas, porque además había una persona encargada de la coordinación entre el Ejecutivo y la Constituyente. Creo que, en ese sentido, el hecho de ser parte de una propuesta política permite que eso que estás escribiendo también pueda ser viabilizado desde el Ejecutivo. Me parece que ese es un tema de proyecto político y para mí es la posibilidad de continuidad, porque si vos escribes una linda Constitución y tienes un gobierno de derecha, obviamente, que es lo que nos ha pasado ahora, no pasa absolutamente nada, o más bien son retrocesos inconstitucionales. Esa es una primera parte de mi respuesta”. 

Después de pasar por la Asamblea Constituyente, Betty Tola fue MInistra de la Política y Ministra de Inclusión Económica y Social. Desde su experiencia en la gestión pública, cree que es fundamental apostar al diseño institucional del Estado: “La creación de SENPLADES como la entidad encargada de la planificación nacional para recuperar el carácter del Estado como garante de derechos, tal como dice el artículo primero de nuestra Constitución. De las mil instituciones que la lógica neoliberal te crea anexas a la Presidencia para que nadie sepa qué hacen, todas ellas se reorganizaron a donde corresponde y dejaron de depender de Presidencia. Se redefinió el carácter, por ejemplo, del Ministerio de Inclusión Económica y Social, que era de Bienestar Social y de carácter súper asistencialista, a uno que piense la inclusión social y económica, por poner un ejemplo. Y la otra cosa importante es que creó ministerios coordinadores. Lo sectorial, si bien es importante, en muchos campos tiene que tener articulaciones”. 

¿Cómo evalúa ese diseño institucional en la actualidad, cuando ha cambiado el gobierno? 

“El gobierno del ex Presidente Correa hizo una apuesta muy importante a la gestión institucional y viene este gobierno (del Presidente Lenin Moreno) y desbarata todo, ¡pero todo! Entonces, ¿cuál es mi lección? Mi lección viene por una falencia que ya habíamos analizado durante la gestión gubernamental y es: sí, enfocarse en lo institucional, lo estatal y lo público está bien, ¿pero qué pasa con la gente? ¿cuánto la gente se empodera, o no, de este proceso? La vitalidad constituyente no debió haberse muerto nunca, porque, al final, las personas en lo público estamos un momento y nos vamos, pero quién está siempre ahí es la sociedad. Y es la sociedad la que debería demandar, exigir todo el tiempo que esas cosas no vuelvan para atrás. Entonces, creo que si bien nos tiene que importar la institucionalidad, creo que lo más importante es resolver los temas de la gente y garantizar movilización, organización, apropiación. Eso me parece. Yo al menos lo dejo para repensar, porque tú dices: ¿cómo algo con tanta vitalidad, con tanta fuerza, se cae en tres años, en dos años? Nosotros nos encargamos en la primera fase post Asamblea Constituyente de aprobar un buen número de leyes en nuestro régimen de transición de la Constitución. Entonces tienes Constitución, tienen leyes, tienes institucionalidad, y resulta que ahora no sirve eso de nada. Por eso creo que ahí está la política, la centralidad de la política… la relación con la gente, la construcción del poder”.

Y desde los aprendizajes que tuvieron, ¿cómo piensas que podría la Constituyente ser una posibilidad de pensar instituciones que nos hagan transformar la política y vivirla de otra forma?

“Yo he reflexionado algo que hay que seguir profundizando: ¿qué pasa con la fuerza que sostiene Venezuela? Yo recuerdo que muy al inicio del proceso constituyente debatíamos respecto a la estrategia que tenía Chavez de trabajar las misiones, que eran de alguna manera paralelos a la institucionalidad. Entonces, nosotros decíamos: ‘no, hay que consolidar la institucionalidad’. Pero resulta que las misiones le permitieron llegar al corazón de la gente. Personalmente he hecho muchas reflexiones alrededor de eso, porque me parece que la gente pone esperanza y expectativa, que es la responsabilidad más grande que tienes cuando eres electo: cuando ves y miras los ojos de la gente y la gente está poniendo su esperanza entera. Porque creo que esa es la dimensión ética que hay que tener, es decir, estoy tomando una esperanza, no estoy tomando el voto, es la esperanza es la que está puesta. Entonces, esa es una responsabilidad gigante. Y es como la ética que uno tiene que asumir cuando estás en un espacio de representación”. 

“Esa esperanza se traduce en hechos concretos para la gente, porque nosotros estamos en el debate de la política, pero para la gente es su cotidianidad. Entonces, las misiones de Chávez respondían a esta demanda y otro ingrediente es que todo lo que era construcciones, por ejemplo de viviendas, se hizo con grupos. O sea, yo llego a esta comunidad y digo: ‘a ver cuántos maestros de obra hay, entonces ustedes son los que construyen’. Así generas empleo y empoderas. Entonces ahí hay un cambio significativamente importante de cómo haces la política pública. Hay que explorar esas cosas. La gente no está para estar participando todo el tiempo, no es esa la dinámica, pero si se logra convocar sus intereses específicos, ahí la cosa cambia. Me parece que hay que pensar diseños que no solo piensen en lo institucional, sino que apuesten a una dinamización y a un desarrollo de las capacidades críticas de la población, sin miedo. Porque a veces en la gestión pública te da temor de lo que la gente te pueda criticar… pero está bien que te critiquen. Verás que nuestra Constitución es extremadamente rica en temas de participación. De hecho, el artículo 1 dice que la soberanía radica en el pueblo a través de la representación y de la participación directa, pero ahí nosotros nos quedamos. Yo creo que ese es un déficit”. 

Desafíos de una constituyente feminista en una sociedad patriarcal

Reconociendo que la política es patriarcal ¿qué experiencias viviste en este sentido? ¿Cómo lo superaste y te hiciste un espacio?

“Para mí el haber estado militando antes en espacios de la izquierda no formal, no partidaria, no electoral, y luego haber estado en el Pachakutik, fue como ir forjando seguridad, conocimientos, porque también tuve la oportunidad de participar de un espacio político que no era jerárquico como otros, sino que con dinámicas más horizontales. Esto no significa que no estaban presentes las prácticas machistas, pero creo que fue un espacio más amigable, que propiciaba la presencia de la diversidad y en ese momento las mujeres estábamos presentes. Llegar a los espacios de la Constituyente significó también pelear la voz y creo que el pelear voz también fue importante, en el sentido de que la voz tenía argumentación. A mí me parece que la política tiene que ser una política de argumentos, un debate de argumentos. Eso también va construyendo, no sé si por ser mujer, sino que por el respeto y el escuchar una voz, porque era una voz con argumento, explicando, poniendo historia, poniendo datos y propuestas. Eso obviamente nos significó el calificativo de abortistas. Ahora, yo no he tenido restricción de moverme, creo que eso para mí ha sido importante, el entramado familiar, o sea, no he tenido esa restricción que sí tienen otras compañeras, de no poder ir, de tener límites”. 

¿Cómo ves tú que fue la experiencia para otras mujeres?

“Nosotras no vivimos los niveles de violencia política que ahora están viviendo muchas mujeres. Es tan doloroso ver cómo se exacerban las vidas personales de las mujeres… eso nosotras no lo vivimos. Pero sí ahora. Yo creo que conforme más mujeres estamos en la política, el disciplinamiento se expresa por esa vía, por la vía de la violencia política. Mi experiencia es ir forjando de a poco. Yo siento que para las compañeras mujeres que ingresan de una vez es complejo. Verás, yo hice un trabajo de investigación sobre la paridad y, conversando con algunas compañeras, ellas decían: ‘no, sabes que tu primera asamblea y la más importante es la familia, en vez de irte a meter en esas cosas…’. Ese tipo de cosas se presentan fuertes, que yo las viví cuando empecé en mi militancia. ‘¿En qué andarás? ¿qué estarás haciendo? ¿por qué te vas dos días, tres días?’, eso yo lo viví cuando tenía 20 años y es lo que muchas están viviendo en este momento cuando irrumpen en la participación política electoral”. 

¿Qué crees que puede ayudar a las mujeres a no restarse de la política, a pesar de los obstáculos?

“Lo colectivo. Para mí eso ha sido vital: lo colectivo es cable a tierra, es sororo, es acompañarte, es arroparte. Eso para mí es fundamental. Yo no he estado sola, eso lo puedo decir, he estado siempre con compañeras o con compañeros. Yo siempre digo que para asumir los retos en la política uno sola no es posible, porque lo político es un proceso de organización política, de proyecto político, no es la brillantez personal. Uno puede aportar en ese sentido, desde su conocimiento, desde sus destrezas, pero si no es un cobijo más colectivo, de apuesta colectiva, de sueño colectivo… me parece que ahí es donde se debilita la posibilidad de participación”. 

“Aquí nos ha pasado mucho que los partidos echan mano de mujeres que pueden haber tenido liderazgos o que son conocidas por distintas razones, pero esas mujeres llegan solas y son víctimas de la violencia política y de la demanda de la gente, que les dice: ‘¿por qué no hacen esto? ¿por qué no hacen el otro?’. Eso implica una responsabilidad partidaria, de apostar a los liderazgos femeninos así como se apuesta a los masculinos. No es que los hombres por ser hombres tienen mejores y más capacidades que nosotras, no es así, sino que hay aprendizajes que las mujeres no siempre hemos tenido. Incluso para lo que muchas compañeras viven respecto de lo que pasa al interior de sus familias, si no tienes quien te sostenga, te caes, te rompes humanamente. Entonces, me parece que esos espacios colectivos son súper importantes, llámese partido, llámese organización, llámese colectiva, como sea. Eso para la parte de sostén, pero también para la parte de la propuesta y el procesamiento de la política. Todas las compañeras se ríen cuando yo repito esta frase: ‘las grandes cosas no se escriben en singular, sino que en plural’. Uno puede contribuir a una parte, estar en un momento, pero en otros momentos están otras compañeras; ese es un sentido que se ha perdido mucho hoy en la política, pero creo que hay que recuperar”.

Es entonces un antídoto contra la soberbia…

“Totalmente. Verás, yo siempre me he hecho la reflexión cotidiana de que una tiene que ser capaz de regresar a tu casa, a tu sitio donde vives, a hacer las cosas que hacías antes que cuando eras una autoridad. Si no puedes hacer eso, es porque algo estás haciendo equivocadamente. Eso es algo que uno tiene que pensar todo el tiempo. Y creo que es también la contribución, desde el feminismo, a la ética en la política. Estamos interpelando el poder patriarcal. ¿Qué le dice el feminismo al poder patriarcal? ¿Al ejercicio del poder? ¿Qué le decimos? Esa es también una reflexión que nos corresponde hacer, porque si estamos pensando que nuestra presencia irrumpe, nuestra presencia modifica, nuestra presencia transforma… ¿desde dónde? ¿desde el fondo? ¿desde la propuesta? ¿desde la ética? ¿desde lo simbólico? Creo que es desde todo. Debemos pensar, desde esa integralidad, cómo nuestra presencia transforma el quehacer de la política”. 

Consejos para las constituyentes chilenas

¿Qué recomendación, en base a tus aprendizajes, le darías tú a las mujeres que van a ser parte del proceso constituyente en Chile? 

“Agenda, es decir, tener propuesta. Agenda, además, articulada a las expectativas de las mujeres chilenas. Creo que eso es fundamental, pero no la agenda que nos sentamos y hacemos las dos, sino que una agenda que refleja, que recoge, que se nutre. Creo que articulacion, porque al final eso se traduce en votos en la asamblea. Eso, nos guste o no nos guste, es así. Entonces, creo que articulación interna, de tal manera que permita ir construyendo consensos y acuerdos sobre distintos temas. Preocuparse de la globalidad, no solo del tema específico. La experiencia ecuatoriana es esa: las mujeres logramos incidir en la carta de derechos, pero después el resto es otra cosa. Y eso va a depender mucho de, finalmente, cómo se configura la asamblea, cuáles son las mayorías que se visualizan en la composición. No romper el vínculo con la población: eso me parece que es súper importante a lo largo de los dos años. Y asumir que tenemos mandantes en nuestra cabeza, en nuestras formas, para lo simbólico también. Nosotros obedecemos al mandante. Por tanto tenemos que buscar las formas y encontrar todos los mecanismos posibles de rendición de cuentas permanentes. Para mí la experiencia de hacer esto que te contaba de informar todos los lunes fue súper importante. Creo que eso hay que mantenerlo como actitud, porque la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué pone el feminismo en otra forma de gestionar y de hacer la política, y qué significa para el feminismo la dimensión de la relación de la ética con la política? Y creo que eso debería darnos pistas”. 

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